¿Quién mejor que el Maestro Francisco de Goya para crear una sátira y una crítica del sistema inquisidor de los pasados años por la región Vasco-Navarro de Zugarramurdi en España?
El Aquelarre o el gran cabrón, es una parte importante de una serie de pinturas (6) creadas desde 1797 y 1798. La colección destinada a decorar el palacio de recreo de los Duques de Osuna, hoy el jardín del Capricho a las afueras de Madrid. Un trabajo por encargo de los mismos Duques, específicamente por la Duquesa Maria Josefa Pimentel y Téllez-Girón quien era una mujer innovadora, que nunca encajo en el cliché que cumpliría una dama de nobleza: callada, dedicada a sus labores, entretenida en los bailes. Eligió la serie de temática demoniaca, con crítica social contra las supersticiones de la época.
La famosa pintura ubicada en el estilo del romanticismo, perteneciente a una estética de “lo sublime terrible” combinada con prerromanticismo literario y musical. Enfocada en crear el desosiego del espectador, tratando de crear la pesadilla e incomodidad. Ambientada por paisajes de tonos oscuros, con temas de brujería propios de la época e influenciado por un ilustrado amigo de Goya, Leandro Fernandez de Moratín, quien rescato los escritos en el olvido del Auto de Fe del juicio contra las Brujas de Zugarramurdi en 1610. Moratín quería formular una critica a la Iglesia, a la Ignorancia y la Superstición. El cuadro presenta la figura del macho cabrío representando al demonio, en un campo abierto de tonos oscuros y murciélagos obviamente una escena de oscuridad, de noche, cuando los rituales se practicaban bajo la luna evidenciando un tono tenebroso y de terror, exaltando el motivo del ritual.
La ofrenda principal: un niño, ser de alma pura como muestra de amuleto, criticando la religiosidad y superstición de la misma época.
El final del ritual se representa con cuerpos grises de niños empalados, Como si el cabrío macho alfa, venerado durante el aquelarre hubiera consumado su festín, donde una mujer semidesnuda sujeta una vara con los cadáveres grises. Las brujas fantasmagóricas con rostros casi imperceptibles y perversas, una forma de estigmatizar a la mujer a lo largo de la historia. Algunas se encuentran semidesnudas haciendo alusión sin ser explicito, refiriéndose a la idea de bacanal, no parecen súbditas, con tonos sexuales representados, la pista está en las hojas de parra sobre la cornamenta que definían las bacanales.
¿Y porque la fama del lugar, la época, la pintura en sí? ¿Qué hay detrás de esta pintura? Revisemos un poco de historia: geográficamente Zugarramurdi se encuentra entre el país Vasco-Navarro y el País Vasco-Frances al norte de España. La palabra Akelarre o Sabbat (del judío) dentro de las creencias precristianas o neopaganas se define como congregación o reunión de brujas con el fin de tener rituales y hechizos, descritos en la época como invocación y adoración de lucifer.
De acuerdo con el antropólogo español Carmelo Lisón Tolosana: Según creyeron y concluyeron los inquisidores en Zugarramurdi el aquelarre sucedía en el prado de Berroscoberro cerca de la aldea. Los inquisidores luego de recorrer la zona confirmaron la existencia de 46 lugares donde celebraban aquelarres. Las celebraciones eran reminiscencias de ritos paganos del Neodruidismo (UK) y culto Céltico, se celebraban clandestinamente por no estar aceptados por las autoridades religiosas de la época.
Esos días lograron detener a 10 mujeres y dos hombres, resulto en una hoguera donde quemaron 6 mujeres juntas, otras habrían muerto dentro de la cárcel debido a las torturas para hacerlas confesar por su herejía. Durante la inquisición que para nada era santa, no había defensa posible o legal contra la herejía y la práctica de sodomía, que la iglesia consideraba peligrosa, especialmente la herejía era perseguida con dolo, saña y con la fuerza más cruel de los inquisidores, porque atentaba directamente contra el pueblo de Cristo.
El aquelarre, como termino tiene su origen en la palabra “akelarre” que significa “prado del macho cabrío”. Se emplea también en las obras de ficción para definir a los clanes de brujos que se reúnen para celebraciones mágicas y encantamientos tanto buenos como maléficos.
La descripción definida por Juan Mongastón (del proceso legal de las brujas de Zugarramurdi de 1610) quien publicó el juicio posterior a la consumación en la ciudad de Logroño. refiere como dos hermanas, Maria Persona y Maria Joanato, mataron a sus hijos “por dar contento al demonio” que recibió agradecido el ofrecimiento… en la obra vemos niños esqueléticos en tonos grises y otros colgados, teóricamente por ser chupados por la figura del cabrío. Potencialmente serian campesinas, desaliñadas con signos marcados de desnutrición, falsamente acusadas de brujería/herejía.
El origen del término Sabbat, como lo santifica la religión judía, no es más que un día de descanso obligatorio, algunos gobernantes cristianos de la edad media buscaron relacionar el descanso prescrito por los judíos con la actividad satánica. Asociando el judaísmo con prácticas demoniacas y acusados de adorar al diablo. Suena muy familiar, el proceso de satanización de las sectas y sus prácticas, así como todos los grupos ajenos al cristianismo gobernante de la época.
…” Es interesante destacar que Anna Armengol (Universidad autónoma de Barcelona) en su estudio de la brujería indica sobre el origen de la palabra: Por lo que respecta al origen de la palabra aquelarre, la hipótesis de Mikel Azurmendi de que no es una palabra vasca, sino una construcción culta emanada del lenguaje jurídico culto, ha sido corroborada por Henningsen. Este afirma que se trata de una construcción erudita de principios del siglo XVII. Incluso precisa la creación del término datándola el 14 de Febrero de 1609, en que el Tribunal de Logroño recibe un nuevo grupo de presos de Zugarramurdi, y el 22 de Mayo de 1609 en que la palabra aparece por primera vez. Ha sido posible detectar como posible inventor de la palabra al inquisidor Juan del Valle Alvarado” …
En 1854 con la publicación del libro : Dogma y Ritual de la alta Magia, del célebre ocultista francés Eliphas Levi, la figura del Baphomet tergiversada a grande escala desde entonces la vinculación con el macho cabrio de los aquelarres, satanás u otros demonios de menor importancia es inevitable.
Serge Abad-Gallardo (18) miembro dimitido de la masonería francesa de la Orden Masónica Mixta Internacional Le Droit Humain, cita el 29 grado masónico como colocando al candidato de grado frente a una efigie de Baphomet y a un lado un crucifijo que el candidato debe pisotear en sentido de glorificación del hombre en proceso rechazando del dios de los cristianos. Pero esa es otra parte de la historia…