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por Gildardo López y Diego de Jesús Iñiguez

A 2,380 años de que Platón intentara explicar la articulación entre la génesis del cosmos, hombre y sociedad hoy seguimos interesados en la intuitiva idea de que debe existir algo que no es materia pero que tiene el poder de transformarla.

Platón en su obra llamada El Timeo encuentra terreno fértil para plantear su hipótesis del mundo de las ideas (el mundo supra sensible) y el mundo sensible y defender la tesis de que el orden requiere un artífice inteligente que, aunque no crea, sí ordena.

El orden es evidente, inteligible y omnipotente, no solo terrenal sino universal y que ordena los modelos astronómicos y microscópicos, dando cuenta del principio de correspondencia “como es arriba, es abajo”.

El demiurgo que todos somos, lucha por moldear la materialidad que tiene en sus manos para darle forma a su esencia suprasensible porque sabe que es posible.

La indiferencia de muchos al mundo de las ideas cosifica al hombre y lo mantiene en lo que Frederich Nieztsche denominó “el último hombre”, ese hombre que no quiere pensar o lo que es peor, que acepta que otros piensen por él. La tarea de ser nuestro propio demiurgo nos alienta a darle forma a nuestro entorno con la forma que nosotros hemos ido construyendo a base de experiencia, pero sobre todo en base a nuestras ideas.

Nadie niega que desde la materialidad formamos la imagen ideal de nosotros mismos pero atreverse a romper los estereotipos y dar paso a nuestra originalidad garantiza darnos la oportunidad de armonizar el caos que existe en nuestro espíritu y caminar con tranquilidad cuando llegue el momento de dejar atrás la materia.

Entender la tarea “Demiúrgica” enfoca al hombre a valorar el tiempo y esforzarse por controlar su quinta esencia cosmológica, a la que indudablemente regresará nuestra energía fundamental al dejar la materialidad de nuestro cuerpo.

Platón dice que el único camino para el acceso a lo divino es la matemática, entendiendo la matemática como la razón estructural y lógica que nos ayuda a entender la naturaleza y con base a esto darle forma al mundo de las ideas.

La pregunta es: ¿estructurando nuestra conciencia con bases matemáticas podremos alinear nuestra energía inmortal? ¿Existe acaso tal cosa?

Etimológicamente debemos de descomponer la palabra demiurgo, la palabra se descompone en 2 partes, la primera “Demos” que significa pueblo y “Aragon” que significa creador. Podríamos deducir en el contexto que el Demiurgo es como un artesano que crea, un herrero que forja etc.

En términos muy platónicos el demiurgo es un ser divino que se encarga de producir el universo, también este mismo se encarga de producir las cosas naturales, basándose en las ideas y utilizándolas como modelos, intenta plasmarlas o trasladarlas a la materia misma, así mismo como un artesano hace un jarrón viendo un dibujo a la distancia.

El demiurgo se podrá definir como un ser mítico divino, que básicamente produce y a la vez destruye, es muy similar a la idea de Dios en un sentido católico, pero por considerar a la naturaleza misma, tiene mucha similitud con el Dios de Espinoza, ya que este mismo considera a la naturaleza (Dios) es su propia causa y la única esencia existente.

Podríamos a atrevernos a definir en términos “espinozianos” que Dios es la propia realidad que en términos terrenales se va a expresar a través de la naturaleza, esta sería una de las formas en que se puede expresar Dios. Al ser la realidad mismo y su expresión en la naturaleza podríamos decir que el Dios mismo así como el demiurgo no le darán una finalidad al mundo, sino que este es una parte del mismo mundo ergo la realidad, también para ambos pensadores serian dioses naturales porque es lo que es en sí mismo y a la vez da origen a diferentes modos o naturalezas naturadas, tales como vendría a ser el pensamiento o la materia, podríamos atrevernos a decir que para Espinoza y Platón, Dios sería todo y fuera de el mismo no existe nada.

En términos masónicos o cosmogónicos debemos de considerar que el demiurgo construye una copia del mundo ideal, y esa copia está basada en los elementos esenciales: el fuego, la tierra, el agua y el aire. Y estos elementos están compuestos de otros, precisamente los triángulos. Y no triángulos cualesquiera, si no los rectángulos isósceles y los rectángulos escalenos donde la hipotenusa es el doble del cateto más pequeño. Es decir, una escuadra y un cartabón1.

Al universo el demiurgo le da la forma más perfecta: “Así, pues, dio al mundo la forma de esfera, y puso por todas partes los extremos a igual distancia del centro, prefiriendo así la más perfecta de las figuras y la más semejante a ella misma; porque pensaba que lo semejante es infinitamente más bello que lo desemejante.” Pero la forma de los elementos, aunque variada, tiene que ser también hermosa. Por lo tanto, usará los sólidos platónicos o pitagóricos. Así, a la tierra le corresponde la forma del cubo, y los lados de un cubo son cuadrados que se pueden formar uniendo dos triángulos rectángulos equiláteros.

  1. Cartabón: Instrumento de dibujo lineal hecho de madera, metal o plástico y que tiene forma de triángulo rectángulo escaleno con ángulos de 30º y 60º grados, con el cateto mayor generalmente graduado.

De la misma manera, el fuego asume la forma del tetraedro, el agua el icosaedro, y el aire lo conformará el octaedro. Estos tres sólidos tienen como caras triángulos equiláteros, pero un triángulo equilátero se obtiene uniendo dos rectángulos escalenos con ángulos de 30º y 60º  (cartabones).

Se cree que fue Empédocles (480 –430 a.C.) quien por primera vez asoció el cubo, el tetraedro, el icosaedro y el octaedro a la tierra, el fuego, el agua y el aire, respectivamente y Platón lo recogió más tarde en el Timeo. Además, incluyó el dodecaedro, que formaba la sustancia de la que estaban hechas las estrellas y el firmamento, que debería ser ajena a las que conformaban
la Tierra. Así, el dodecaedro era la quintaesencia, el éter.

Esta idea del Demiurgo podemos extrapolarla a distintos ámbitos y planos de nuestra vida y nuestras relaciones, es por eso que para concluir queridos lectores yo les quiero preguntar: ¿Qué representa el demiurgo en tu realidad y cómo vives con este ser?, ya que te puede construir, destruir o divinizar.